Imagina que una corporación internacional te pide que desarrolles una plataforma de la que dependen millones de dólares y en la que está en juego el bienestar de miles de usuarios. En toda esa enorme empresa no hay otra persona que sepa lo que tú y tu equipo saben hacer y sobre tus hombros descansa la enorme responsabilidad de que tanto la innovación que mejora la vida de todos nosotros, como el crecimiento puntual de las compañías, llegue a buen puerto.
Por este tipo de desafíos es que no sorprende que la carrera más demandada al día de hoy y en los próximos años será la de ingeniero de software, y no lo digo solo yo, sino que hay estudios recientes como el “Navigating the Software Developer Talent Shortage in 2022”, de KMS Technology, que indican que para 2030 harán falta 40 millones de empleados con conocimientos en DevOps, IoT, Big Data, Machine Learning y Neural Networks.
En este mundo de tecnologías disruptivas y necesidades cada vez más complejas es imperativo estar siempre actualizado. Es por ello que surgen dos retos principales: El técnico, que consiste en que a partir de la estructura existente de código debemos construir sin romper con lo ya funcional, y, por otro lado, saber comunicarnos con nuestro equipo y expresar nuestras ideas de forma clara, así como el progreso de nuestro trabajo y de nuestras dudas e inquietudes a fin de contribuir al mejoramiento de ese producto que hemos construido de forma colaborativa.
Es aquí donde podemos darnos cuenta del papel fundamental que juega la integración continua: Fortalece la identidad colaborativa del equipo a la vez que trasciende al producto en sí, ya que es el trabajo de cada desarrollador el que agrega un valor sustancial a la cadena de creación y actualización del código en sí. En cuanto a integración se refiere, su continuidad radica en la capacidad de cada desarrollador de colaborar proactivamente en lograr los objetivos del equipo. Asimismo, tiene que ver directamente con su resiliencia y capacidad de aceptar la crítica hacia el trabajo que realizan, y cuando hablo de crítica, no me refiero a una crítica negativa, sino a una constructiva: el feedback.
Ser desarrollador de software implica tener una cultura de crecimiento; hay un aprendizaje continuo en el que estamos constantemente recibiendo retroalimentación para implementar mejoras y actualizaciones; esto es lo que obviamente nos ayuda a crecer. Hay un factor importante que deben manejar los equipos y es la adecuada gestión de los distintos niveles de experiencia al interior, desde juniors hasta los más experimentados. Es fundamental crear los espacios y la adecuada interacción entre las personas, ya sea entre el grupo o con el resto de la organización; lo fundamental es hacer sentir a esa persona que no está aislada y no está simplemente para desarrollar código, sino que es parte de un equipo.
Si bien el trabajo remoto llegó para quedarse, de hecho, según datos de Terminal, actualmente 7 de cada 10 programadores prefiere hacer home office, el reto de la integración continua a distancia puede elevar su complejidad. Para ello es importante crear espacios en donde los miembros del equipo manifiesten el trabajo que están realizando, y sientan la confianza de hablar en el caso de un bloqueo. Estos espacios de interacción no tienen que estar relacionados 100% al trabajo, también es importante que existan espacios con dinámicas de team-building que sirven para fortalecer la conexión entre el equipo.
En cuanto al reto técnico, la integración continua es una capacidad que todas y todos los desarrolladores tenemos que tener en cuenta pues consiste en escribir e innovar a partir del código existente, el cual sirve de cimiento sobre el que mejoramos el producto. Incluso, en fase de lanzamiento al público final, cada miembro del equipo, sin importar donde se encuentre, le puede ir haciendo mejoras constantes, añadir actualizaciones o detectar errores sin que el producto final salga afectado o deje de funcionar.
Conforme las necesidades del cliente se vuelven más complejas, aumenta la necesidad de actualizarse constantemente y de contratar desarrolladores que también estén actualizados y dominen el software que usamos. Esto genera una especie de ciclo de necesidades que van desde ofrecer servicios tan complejos como el cliente pida, hasta encontrar una cantidad cada vez mayor de programadores que estén al día en cuanto a las herramientas que se están usando.
Una buena solución es aplicar la práctica del despliegue continuo, que facilita entregar un producto terminado a tiempo, pero dejando espacio para añadir nuevas características a través de pequeños bloques de trabajo que cada miembro del equipo puede ir agregando sin necesidad de que este tenga que estar en la misma oficina o cumpliendo horarios fijos.
El código es el core de casi todo lo que nos rodea y por ello cada equipo de desarrolladores debe trabajar con el único objetivo en mente de que sea estable y robusto, sin importar si uno de tus desarrolladores nació en otro país o si su cultura es distinta; lo que importa es su talento, su capacidad de comunicarse y lo mucho que domina las herramientas, porque cuando se conjugan estas características, es posible superar las barreras geográficas para presentar un producto que funcione y sea confiable.
Esta nueva filosofía en la que varias manos alrededor del mundo trabajan en un mismo proyecto llegó para quedarse. Según un reporte de la plataforma Hired, entre más evolucionen nuestras vidas online, más desarrolladores de software necesitaremos, y es solo a través de herramientas colaborativas que permitan ser más flexibles, que podremos hacer mejor nuestro trabajo incluso si nuestros compañeros trabajan en otro continente.
Sin embargo, llegar a esta realidad implica un proceso de aprendizaje constante que conduzca a que los líderes y sus equipos desarrollen los skills técnicos y soft necesarios para aplicar una integración constante y continua del código. Afortunadamente, existen plataformas como Terminal, que brindan a los desarrolladores el apoyo que necesitan para aprender algo nuevo cada día y obtener habilidades que los mantengan vigentes en un mercado tan competido y cambiante como el de los desarrolladores de software.
Así, en un mundo de grandes desafíos y necesidades cada día más complejas, necesitamos más ingenieros en software. Se vuelve extremadamente necesario formar equipos de talento que tengan esta cultura colaborativa que cumple dos funciones: Mantener el bienestar integral de cada desarrollador, y mejorar los tiempos de entrega junto con la calidad del producto final.
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